martes, 15 de mayo de 2018

San Isidro 2018


Queridos padres:
Ya se está acabando el día de San Isidro y os cuento que lo hemos pasado muy bien y hemos intentado que las niñas vivan las tradiciones para que no se pierdan.
Victoria se vistió el lunes en el colegio y estuvo todo el día de fiesta, comiendo barquillos de postre, pero hoy la hemos vuelto a vestir con su hermana Almudena, que no consiente en ponerse nada en el pelo, con lo que el pañuelo ni lo hemos intentado, y el clavel blanco  conseguimos que lo luciese un rato cogiéndola desprevenida.
Almu y yo hemos paseado los mantones y también hemos lucido clavel. Para el año próximo igual nos compramos un vestido de chulapa. Bea, la hermana de Víctor, iba guapísima con uno que le han hecho a medida. Mamá, el que tú me hiciste solo le vale a Ari, que se lo pone alguna vez. Me da lástima pensar que yo cupe en él no hace tantos años…
Hemos paseado por la Plaza Mayor, hemos tomado un refresco en una terraza al lado del Mercado de San Miguel y un helado en la Puerta del Sol. Había mucho ambiente y muchos madrileños vestidos de chulapos.
A la caída de la tarde, ya solos, hemos visto la procesión, que volvía a la Colegiata de San Isidro. La verdad es que me ha parecido un poco deprimente porque no cuidan nada que los integrantes de las diferentes cofradías vayan vestidos con un mínimo de decoro. A algunos da pena verlos.
Bueno, allá donde estéis, seguro que habéis bailado un chotis como solo vosotros sabéis hacerlo, eso no lo conseguí aprender, soy patosa con el baile, pero vuestras bisnietas llevan muy buen camino, ya os contaré.
Un beso




domingo, 6 de mayo de 2018

Historias de mi madre.


Hoy estaba haciendo mi cama, estrenando sábanas, y me he acordado de mi madre, como tantas veces…
Era una maniática de las camas bien hechas y con ropa buena y holgada.
Cuando su economía no le permitía hacer extras, compraba una buena tela, le pasaba un zigzag con su máquina de coser y conseguía unos juegos de cama perfectos. Pasados los años, pudo ahorrarse el trabajo y comprarlos, pero siempre eligiendo comercios que tuvieran una calidad exquisita en la ropa del hogar.

Su segunda manía en este tema, era la cama perfectamente hecha, sin una arruga. Si tenía que estrechar las fundas de las almohadas, o las bajeras de puntos ajustables, para que quedasen a su gusto, lo hacía sin ningún problema. Mi hermano siempre comentaba que mamá hacía la cama con escuadra y cartabón.
Y, llegados a este punto, esas manías, se heredan. Disfruto con una cama bien hecha y, si no tuviera que hacer yo la colada, ordenaría cambiar las sábanas a diario, para mí es un placer acostarme con sábanas limpias y planchadas.

Cuando mi madre murió, tenía juegos sin estrenar porque siempre guardaba alguno nuevo por si enfermaba y tenía que estar en cama. Mi hermana y yo conservamos parte de su «ajuar» que era infinitamente mejor que el nuestro. Ella conservó hasta el final su gusto por lo bueno y si nos encargaba hacerle alguna compra, nos apuntaba marcas y medidas para que no nos pudiésemos equivocar. Así era mi madre.

No necesito el día de la madre para recordarte, mamá, pero allá donde estés te envío un millón de besos.


sábado, 5 de mayo de 2018

La lámpara


Esta lámpara, mi lámpara, me la regaló mi padre cuando estábamos montando la casa para casarnos. La casa tenía un salón muy amplio y quedaba preciosa encima de la mesa de comedor de estilo clásico. A mí me gustó mucho pero estaba fuera de nuestro presupuesto. Estoy hablando de treinta y cinco mil pesetas de hace cuarenta años, precio de mayorista, que os aseguro que era mucho dinero. Mi padre la pagó con su trabajo ya que le hacía muchos arreglos y favores al que se la vendió «Manolo el lámpara», muy amigo suyo.
Cuando al poco tiempo, ya casados, decidimos mudarnos a un piso en nuestro barrio de siempre, porque vivir lejos del centro de Madrid no nos gustaba, colgamos la lámpara en un mini cuarto de estar. En este piso todo era pequeño, pero nuestra estancia iba a ser temporal, hasta que comprásemos uno grande. Ese cambio nunca se produjo y sigo viviendo en el mismo lugar y la lámpara sigue colgada en el mismo sitio.
No pega mucho ni con el mobiliario actual, mucho más moderno, ni con el tamaño de la estancia, pero soy incapaz de deshacerme de ella, es mi lámpara.
Y una vez al año la limpio, cristal a cristal. Hoy ha sido el día elegido, y por eso se me ha venido a la cabeza dedicarle una entrada en el blog.
Ya sé que vais a decir que hay productos muy modernos con los que evitaría el esfuerzo que supone limpiar los 368 colgantes, los he contado, subida en la escalera. Pues no es verdad, los he probado todos y no queda bien. Puede que haya alguno profesional, se me ocurre que el que utilizan en las arañas del palacio de Oriente, por ejemplo, pero los que están comercializados, no valen.
Y cuando miro para arriba y la veo tan brillante, me llena de satisfacción el trabajo bien hecho. En fin…cosas mías.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Presentación «Nuevas historias de La Mallorquina»



El remodelado Café Madrid, muy cercano al Teatro Real, fue el lugar elegido por Pablo Somoza Ortega para presentar su nuevo libro Nuevas historias de La Mallorquina, Crónicas de la Puerta del Sol.
Tras unas breves palabras del editor de EntreLíneas, Carmelo Segura, Ramón Asquerino Fernández, Doctor en Filología Hispánica, corrector de esta obra, llenó el salón con una oratoria fuera de lo común. Como luego comentaría el autor «paró el tiempo».
Nos contó como llamaban cariñosamente a esta obra «el 47» en clara referencia a los 46 Episodios Nacionales de Pérez Galdós y, salvando las distancias, no voy yo a enmendar la plana a un Doctor de nuestra lengua.
En el primer libro, publicado en 2014, La Mallorquina, las crónicas abarcaban desde 1894 hasta 1937. En este segundo Nuevas historias de La Mallorquina, comienzan en marzo de 1942, con un país sumergido en una horrible posguerra, y finalizan en noviembre de 1975, saliendo de una larga dictadura.
En ambos libros, Vicente es el protagonista que, en primera persona, nos relata las anécdotas de las gentes que han pasado por este establecimiento, un referente de Madrid y todos los acontecimientos que rodearon estos años de nuestra historia más reciente, en esa Puerta del Sol, centro neurálgico de la capital.
Historia y ficción se unen en esta obra que le ha costado cinco años de documentación para poder escribirla. Lo más duro, según el autor, leer y escribir sobre la guerra civil.
La presentación se ha completó con una proyección de fotos antiguas y dos vídeos con las que Carlos Armillas, diseñador y maquetador, nos mostró con imágenes cómo era Madrid en el período que se narra.
En un ambiente distendido, entre amigos, con firmas y fotos, nos despedimos de Pablo, el camarero de esta emblemática pastelería al que deseamos mucho éxito como escritor.




Publicado originalmente en el blog de la Revista Pasar Página.