viernes, 2 de febrero de 2018

Los atardeceres florentinos



Últimamente he descubierto lo que me gustan los atardeceres. Os parecerá algo tonto, pero desde que me he aficionado a la fotografía, disfruto mucho más observando los atardeceres y buscando esos colores que sólo se pueden ver cuando el sol está a punto de esconderse.

En Florencia hay uno famoso, el que se contempla desde la plaza de Michelangelo, uno de los puntos más altos de la ciudad y desde el que se divisa el Arno con sus puentes y unas vistas espectaculares, que abarcan todo el casco histórico.
Hay que llegar con tiempo si se quiere acceder a un buen sitio. La subida hasta aquí es costosa para hacerla caminando. Nosotros decidimos coger un taxi, nos costó nueve euros y mereció la pena. También hay dos líneas de autobuses que hacen este recorrido.
Esta gran plaza está situada a media altura de la boscosa colina del Monte Alle Croci, que se eleva frente a la ciudad en la orilla sur del río Arno.
En el centro de este famoso mirador, están las copias del David y de las cuatro estatuas de Miguel Ángel presentes en las Capillas de los Medicis. También muchos puestecillos ambulantes, con phasminas, monederos, bolsos. 
Según va cayendo el sol, el paisaje te envuelve, el río dorado, los puentes, los reflejos de los edificios, inolvidable. 
Unos actores aprovechan para hacer su espectáculo de acrobacias, al pie de la gran escalinata que tiene la plaza y que se convierte en un improvisado anfiteatro. 
Mirando hacia arriba se divisa la Iglesia de San Miniato al Monte, cuya fachada románica cubierta de mármol, con los brillos de los últimos rayos de sol, se quedará grabada como un bonito recuerdo. 
Ahora sí, la bajada la hacemos caminando por unas escaleras monumentales, Rampe del Poggi, para entrar al otro lado de la ciudad a través de la muralla, cruzando el Arno por el puente Alle Grazie. Ya es de noche. 

Otro de los atardeceres con embrujo es el que se disfruta desde los puentes. Hay que estar varios días para conseguirlo. Para ver cómo va cambiando la luz en el puente Vechio, hay que contemplarlo desde el puente de la Trinidad, o al otro lado, sin alejarse demasiado, para ver los reflejos que deja en el río. Creo que es una de las imágenes más bonitas que me llevé de esta ciudad, el reflejo del Puente Vechio en las aguas del Arno.

El último atardecer al que me voy a referir es el que se puede contemplar en El Duomo. 

Al estar toda la fachada cubierta de mármol multicolor, blanco de Carrara, verde de Prato y rojo de Siena, los reflejos hacen un colorido indescriptible, oscureciendo unas partes e intensificando el brillo en otras. Cuando el sol se esconde completamente, ya es otro edificio, blanco, totalmente diferente al que podemos ver por la mañana. Todas las noches volvíamos aquí, tarde, cuando los turistas ya se han retirado, y en la plaza hay silencio. Nos sentábamos en uno de los bancos de piedra y, durante unos minutos, simplemente disfrutábamos.










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