martes, 12 de septiembre de 2017

Mi Doctora

Muchos desconocen lo que es hacer un Doctorado, que no está vinculado con la medicina, si no con cualquier área de estudio.
Es, según la RAE, el más alto grado académico universitario.
Mi hija, se ha doctorado hoy, con un trabajo de investigación en el tratamiento del cáncer de páncreas.
Han sido cuatro años de estudio, de dejarse los ojos en el ordenador con las bases de datos, de perder muchas horas de ocio y de sueño, para compaginar su trabajo y su vida con la preparación de la memoria.
Durante este tiempo, no se ha encontrado con un camino de rosas, ha habido muchos baches, en las instituciones, en las personas, en los trámites administrativos, incluso hoy lo ha sufrido con un ordenador obsoleto que no leía la presentación, y que se ha podido subsanar gracias a un bedel que ha puesto todo su empeño en solucionarlo.
Pero, como le ha dicho su amiga y colega, Esther, era su día y estaba preparada para lucirse.
Y lo ha hecho.
Una presentación magnífica, explicada haciendo docencia y dejando un halo de esperanza a un cáncer tan agresivo como el de páncreas.
Una tesis que, según el tribunal, es innovadora y abre la puerta para que otros sigan por ese mismo camino.
Después de leer sus conclusiones, han ido desgranando preguntas que aclarasen distintos temas tratados, algunos muy complejos para los que no somos médicos.
El tribunal se ha quedado sólo para deliberar y, unos minutos después, con todos los presentes en pie, han anunciado que la doctoranda se ha convertido en doctora, con la máxima nota que les está permitido comunicar, sobresaliente. Si es o no "cum laude", se vota en sobre cerrado y lo notificarán oficialmente pasados unos días.
Las fotografías, los besos, las sonrisas de felicidad, y la dedicatoria de su libro, que yo no quise que me hiciese hasta que no fuese doctora, ponen punto final a este acto.
Se cierra un ciclo que comenzó hace mucho tiempo, cuando una joven de diecisiete años, pisaba por primera vez la Facultad de Medicina.

Hace dos años, cuando su vida laboral dio un cambio radical, dejando la clínica y pasándose a la industria, escribí un cuento precioso, que no quiso que publicase, que se titulaba “Las alas de la princesa”.
Hoy ha vestido de oro esas alas y se volverá a preguntar si lo que ha hecho le acerca al lugar en el que quiera estar mañana, tal vez las alas puedan ayudar.

Yo solo puedo decir lo orgullosa que estoy de lo que es y, sobre todo, de cómo es.

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