sábado, 21 de enero de 2017

Noche en el Casino



Anoche estuvimos cenando en el Casino Gran Madrid, en Torrelodones.

Esta cena, que se ha convertido en una tradición, se inició hace ya bastantes años para celebrar la Navidad con un grupo de amigos. Los problemas con las fechas disponibles en días tan ajetreados como son los navideños, y la cantidad de gente que llenaba, tanto los restaurantes, como las salas de juego, nos hicieron cambiar nuestra cita al mes de enero y aprovechar para celebrar el cumpleaños de Juancar y beneficiarnos de los detalles que tiene el casino con el homenajeado.

Muchas cosas han cambiado en estos años. Al principio era una noche muy especial porque nos teníamos que vestir para la ocasión, los chicos con traje y corbata y nosotras con nuestras mejores galas, ese vestido que habíamos comprado para una boda o el de “fondo de armario” que utilizamos en las grandes ocasiones, cambiando los complementos. Los que no nos movemos habitualmente en estos ambientes de glamur, nos sentíamos en ese mundo, por una noche.

Con el tiempo, y con la crisis en pleno apogeo, la dirección abrió la mano en su rígida etiqueta, lo que permitió el acceso a turistas, sobre todo orientales, que iban con vaqueros pero se dejaban miles de euros en las mesas de juego.

Después llegaron los jóvenes, esos a los que mirábamos extrañados del dinero que manejaban, a pesar de tener la edad justa para acceder al recinto.
Los últimos años había decaído mucho. La sala de juego se había reformado y había establecido unos precios intocables para personas normales. Nosotros, acostumbrados a hacer un fondo y repartirlo para ruleta, blackjack y máquinas de póker, tuvimos que desistir y limitarnos a degustar una magnífica cena en el bufet “La Cúpula”, y relajarnos tomando un café con esas agradables conversaciones que se tienen con los amigos de siempre.

Porque lo que no ha cambiado es la asistencia a la cena de seis amigos. Hemos vivido bodas, divorcios, nuevas parejas, invitación de amigos comunes, de familiares, pero nosotros, inamovibles. Anoche faltó uno que ha descubierto su vena artística y acude los viernes a clases de teatro, y echamos de menos sus bromas durante la cena.

Pero ayer hubo un antes y un después. El casino se ha modernizado.

Ya nos pareció raro que el parquin estuviese lleno. El vestíbulo, con gente esperando para hacer la filiación de entrada y, en el interior, un ambientazo.

La cena, agradable como siempre, con un personal joven, especialmente amable. A las diez, la espera para ocupar una mesa ya era de setenta minutos.

Cuando entramos en la sala de juego eran casi las doce y estaba como hace años, muchas chicas jóvenes muy bien vestidas y sus parejas, sin traje, pero arreglados. Los orientales, ausentes. El centro ocupado con un campeonato de póker, con gente de todo tipo. Las mesas de ruletas, llenas. El ambiente muy agradable.
Y, cuál fue nuestra sorpresa, cuando vimos que los precios habían vuelto a ser razonables, pero que se habían acabado las fichas y las monedas.
En las máquinas se juega con tiques con códigos de barras y en las mesas de blackjack, las fichas han sido sustituidas por tablet.
Desde luego, no tiene nada que ver, las fichas tenían su encanto y, cuando ganábamos, meterlas en los pequeños bolsos para ir a cambiar por dinero, nos llenaba de satisfacción pero, aún así, nos pareció que le habían dado nueva vida y que nuestra tradición podrá continuar.

Si habéis llegado hasta aquí en vuestra lectura, no ganamos, pero pasamos una noche magnífica.



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