Empiezo por decir que yo soy creyente pero no practicante y
que estoy casada por la iglesia aunque también es verdad que me casé en 1978
cuando pocos se planteaban hacerlo de otra forma.
Aclarado este punto, de quien quiero hablar es de Genoveva
Casanova y su idea de pedir la nulidad eclesiástica de su boda con Cayetano
Martínez de Irujo.
Resulta que esta señora, muy católica, dice, y cito textual,
“que quiere dar ese paso porque, con independencia de lo que suceda en el
futuro con su actual pareja, tiene derecho a un matrimonio como Dios y la
religión mandan”.
Y todo esto porque a Genoveva no le parece que en su
anterior relación, hubiese lealtad, fidelidad, protección y respeto, motivos
suficientes para pedir la nulidad, porque ella es una ferviente católica.
A mí no se me han olvidado los preceptos de la iglesia
católica, y desde luego no contempla tener hijos antes del matrimonio, y ella
los tuvo antes de casarse con Cayetano, en contra de los que Dios y la religión
mandan.
También se que el matrimonio católico es indisoluble, “hasta
que la muerte nos separe” y así se hace público durante los votos que se
intercambian en la ceremonia y ella decidió divorciarse, en contra de lo que
Dios y la religión mandan.
Y ahora, seis años después, decide dar el paso de pedir la
nulidad, porque quiere poder estar casada “como Dios manda”
Y seguro que se la conceden, porque los católicos pobres
siguen utilizando el “ahí te quedas” que decía Gila, cuando su amor se acaba y
sus promesas se rompen, pero los ricos pueden acudir al Tribunal de la Rota y
lavar su imagen, como Dios manda.
Tal vez tenga algo que ver su actual relación con el ex
ministro y ex miembro del Opus Dei.
Pero vamos, que estas personas que presumen de no poder
hacer un matrimonio civil, sin la bendición de la iglesia, para luego, saltarse
todos sus preceptos porque saben que con dinero se puede comprar casi todo, no
me merecen ningún respeto y no deberían merecérselo a la propia Iglesia.