Siempre he dividido la
clase media en tres subclases:
La media alta, la media
baja y la media sin adjetivo.
A esa media sin
adjetivo pertenezco y he pertenecido siempre.
He pasado por momentos
mejores y peores, cómo todos, y he ido superando las diferentes etapas
económicas pasito a pasito.
En algunas situaciones
he tenido la oportunidad de “barrer para adentro” llevándome lo que no era mío,
vía comisiones por adjudicación o inflando alguna factura, por supuesto a
pequeñísima escala.
Y no lo he hecho, y
tengo la conciencia tranquila y camino con la cabeza bien alta. Lo mío es mío
porque me lo he ganado.
Por eso no entiendo, no
me cabe en la cabeza, lo de la Infanta.
Una persona que, desde
su cuna, lo ha tenido todo. Que se ha educado en los mejores colegios, que no
sabe lo que es aprovechar el vestuario de un año para otro, ni ir en metro o
autobús, ni vender papeletas de lotería para los viajes fin de curso, ni
ahorrar con trabajillos en verano para comprarse un coche…….y comento estas
nimiedades por compararla con la clase media sin adjetivo, que ya sé que hay
gente muchísimo peor a la que estas comparaciones le parecerían absurdas.
Pues eso, que
teniéndolo todo, hasta un marido guapo, deportista, educado y de familia bien,
acepte el trapicheo en el que se ha visto involucrada.
Porque a mí no me vale
la presunción de inocencia.
Una persona, el marido,
que no tenía bienes ni propiedades
cuando se casó, no puede hacer una fortuna suficiente en cuatro años para
comprarse una mansión de seis millones de euros, más la obra de otros dos
millones, creo.
Y no puede ser que su
mujer, casada en régimen de gananciales, no se enterase de esos ingresos
millonarios, ni del tren de vida que llevaban, superior casi al que tenía en el
“austero” palacio de sus padres.
Y firmaba, por firmar.
Sin leer, sin preguntar.
Y no veía jamás los
saldos de sus cuentas, comunes, ni oía conversaciones.
No me vale, insisto,
porque llevo casi treinta y cinco años casada, y mi marido me puede haber
“ocultado” algún gastillo, porque la contabilidad del banco la lleva él, pero
desde luego sé lo que tenemos y lo que no tenemos, lo que ganamos y lo que no
ganamos y que el dinero no llueve del cielo.
Que decepción, que
indignación.
Me duele porque es la
gota que colma el vaso.
Y me duele porque me
pregunto: ¿Es que esta señora no ha aprendido nada de cómo se deben hacer las
cosas o es que es así cómo lleva viendo toda la vida que se hacen las cosas?
Creo que tienes mucha razón,y sobre tu reflexión final,lleva viendo y aprendiendo muchos años de su padre....y ha dado con un sinvergüenza que le ha llevado por ese camino,poque sus hermanos han sido más cabales en ese aspecto, y son del mismo padre
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